#8 Arte y cultura entre tensiones: Estado, Mercado y los imaginarios sociales

La cultura y el arte se debaten entre una serie de tensiones: lugar de ocio y esparcimiento, o arena simbólica de la lucha política; frutos de la inspiración y genialidad de individuos aislados, o productos de un tipo de actividad que también involucra a esos individuos como trabajadores.

¿Debe el Estado regular en materia de cultura? Hoy en día la respuesta afirmativa es casi una obviedad. ¿Pero de qué manera? ¿Debe apostar al fortalecimiento de las experiencias diversas y plurales que acontecen en los territorios, incapacitadas de librar por sí mismas una disputa real contra los grandes monstruos de la industria, o bien debe dejar su desarrollo al libre juego de la oferta y la demanda, y tan sólo concentrarse en la cultura como espectáculo y masividad?

Hay una idea instalada de que la cultura es un campo autónomo, que no debe contaminarse por el barro de la política y la economía. Esta división, instaurada por la modernidad, y que al decir del antropólogo Alejandro Grimson responde a la “historia epistemológica de Occidente”, que ha tendido a una “esferización del mundo”, ha llevado a la naturalización de ciertos sentidos comunes acerca del campo artístico y cultural. Estos sentidos comunes son los que reducen lo político, pero sobre todo lo económico, a esferas aisladas cuyo estudio y comprensión sólo recae sobre “técnicos” y “especialistas”; y como contracara, que el artista es un “genio individual”, que crea en aislamiento y se encuentra lejos de cualquier contacto con la vida material.

Entendemos, sin embargo, que la cultura no es un espacio autónomo y autosuficiente. En ese sentido, importa pensarla en relación con los actores y elementos que dan sustento a la posibilidad de nuevas –o no– producciones simbólicas. Estado y Mercado, así, se configuran como dos puntas de un mismo hilo, y se vuelve imperante indagar sobre las distancias y proximidades entre uno y el otro.

Hoy nos toca pensar: la cultura en un nuevo mundo neoliberal. La relación entre el arte y lo comercial, lejos de constituir una herejía contra el arte puro, se vuelve un diálogo efectivo que es necesario analizar: ¿de qué manera se constituye hoy la figura del artista?, ¿cómo el arte, en tanto producción cultural, circula y en qué circuitos?, ¿cuáles son sus implicancias?

Preguntarnos sobre estas cuestiones en el marco de la escena cultural emergente, con foco en los proyectos independientes y autogestivos, se nos aparece como la posibilidad de generar nuevas discusiones que, a la vez, nos permitan replantearnos prácticas, repensar ideas y conceptos; de manera tal que podamos aportar -y apostar- al fortalecimiento de un sector que se ve sumamente golpeado por la crisis económica y las políticas regresivas que  se vienen implementando desde hace tres años.

La importancia de hacer foco en las experiencias artísticas y culturales de carácter emergente, independiente y autogestivo, responde al hecho de que lo cultural relevante no puede ser nunca sólo aquello que dictan los intereses del mercado. En esta línea, seguimos a Néstor García Canclini cuando dice que “la creación cultural de cada sociedad no se agota en lo que el mercado reconoce”, y que al mismo tiempo “las industrias culturales no incluyen sólo las grandes empresas editoriales, musicales y televisivas”; sino que también tienen que ver con proyectos “de alcance más corto, pero significativos para una región”. A su vez, si la cultura es entendida como “estilo de vida”, y puesto que se encuentra lejos de existir en singular, lo correcto sería hablar de culturas plurales. La cultura emergente, en este sentido, es una “configuración cultural” entre muchas otras (Grimson) y en tanto tal constituye modos de ser, de habitar el mundo y de construir relaciones, tanto materiales como simbólicas; constituye estructuras de pensamiento y de sentimiento.

Por ello, entendemos que no sólo es importante contribuir a la visibilización de estas experiencias, otorgándoles un lugar de relevancia, sino también apostar a este sector porque es, justamente allí, donde se gesta y se desarrolla lo nuevo.

Vamos por las Tramas

 

Notas en esta edición

Polandria o el universo de un nuevo lenguaje, por Pablo Boyé

Cuba: otro modelo cultural posible, por Paula Ghio & Pablo Boyé

El momento es AHORA, por Laila Mason

Vivir con lo nuestro. La sustitución de importaciones en Argentina y su reflejo en los covers del rock argentino, por Víctor Tapia

Gil trabajador, por Víctor Tapia

Las voces asfixiadas, por Paula Ghio

La cultura en alerta, por Laila Mason

Surfer Rosas: resistir con amor y en zona sur, por Verónica Iacona

Sobre gustos… hay cientos de estrategias escritas, por Julián Ventura

Arte y locura, por Claudio R. Boyé

Del artista-creador al artista-gestor, por Pablo Boyé

Se la tenían jurada, por Santiago Lecuna

El 2008, por Santiago Lecuna

A pesar de todo, por Christian Morana

«Dos bolsillos», de Pepo Bocconi, por Leandro A. Navarro

 

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