La cultura en alerta

En medio de una crisis financiera y de un ajuste desmedido, la cultura parece ser hoy, en Argentina, el último orejón del tarro. Por eso intercambiamos posturas con tres trabajadores de distintos centros culturales de la Ciudad de Buenos Aires para debatir acerca de sus roles y principalmente, analizar el hecho de la cultura como un derecho.

por Laila Mason

Un lugar para resistir

Es martes a la tarde. En un recoveco de Avenida Boedo, una pizarra que muestra diferentes actividades nos recibe en las puertas del Centro Cultural El Surco. Unas escaleras largas nos conducen hacia sus adentros y mientras que bien al fondo se lleva a cabo un programa de radio -como todos los días de lunes a viernes- adelante empiezan a llegar las alumnas de uno de los talleres. No deja de entrar gente preguntando por los distintos cursos que allí se brindan, y ya está todo preparado para el show acústico que habrá al día siguiente en el escenario que casi todas las semanas alberga diversos artistas.

En apenas unos minutos, se sucedieron en un mismo lugar diferentes actividades, todas relacionadas al ámbito cultural, y ésto es sólo un pequeño ejemplo de lo que en estos lugares es moneda corriente cada día.

Agustina Salom, coordinadora del espacio, nos comenta: “El Surco nace hace doce años en Boedo, con la iniciativa de ser un espacio donde la cultura sea vista como un derecho, y no como un privilegio. Además de ver a la cultura como una herramienta de transformación social, nació también un lugar abierto al barrio y sus propuestas, que tal vez no tengan tanto que ver con lo cultural, que es a lo que más nos abocamos hoy en día”.

Actualmente, nos dice, mantienen esas dos ideas centrales, “pero después de doce años y ya con un montón de debates e ideas principales, llegamos al punto en el que la cultura no es vista sólo como un derecho, sino también como un trabajo, donde se contemplan y se busca formar a los trabajadores de la cultura. Desde el sonidista hasta el que atiende la barra y el propio artista”.

Una base diferente fue la que utilizó JJ Circuito Cultural en su gestación. Para ellos, el puntapié fue entregar un lugar directo a los artistas. Lucía de la Torre, programadora y productora del lugar, agrega que “JJ es un espacio cultural, independiente y autogestivo, que nació a partir del recorrido que viene haciendo un grupo de personas conformado por trabajadores de la cultura, militantes y colaboradores”.

Anteriormente, se agrupaban en el Espacio Circuito 5, pero a principios de 2017 decidieron redoblar la apuesta e ir en busca de un espacio físico más grande, que a la vez les permitiese ampliarse en términos de variedad cultural. Lucía explica: “Actualmente realizamos eventos nocturnos que funcionan de lunes a sábado, incluyendo algunos domingos, y en excepción de los martes. Además hay talleres variados, desde defensa personal hasta fotografía y gestión cultural. Entendemos que no es solamente un espacio de aprendizaje o enseñanza, sino también es parte de la formación cultural que como espacio nos interesa brindar de manera seria y comprometida. Hacemos también eventos musicales, de teatro y tenemos artes visuales”.

Consumir y propagar cultura como una forma de hacerle frente a un sistema que parece querer prepararnos para todo lo contrario. Pese a tener en el poder un gobierno que busca imponérnosla como un privilegio de clase al que sólo pueden acceder unos pocos, desde ambos lugares se reivindica el derecho a su acceso y se trabaja diariamente para que así sea.

Construir espacios, lazos, entretejer redes en momentos de crisis es también una forma de resistir.

La cultura que se clausura

Dejamos de pensar los centros culturales como un espacio meramente de disfrute y distensión y nos centramos en el análisis de lo que hay detrás: trabajadores y trabajadoras de la cultura en situación de alerta, con un estado ausente y políticas culturales nulas que no ayudan a sostenerse en la situación que se vive actualmente. Entre todo esto, las preguntas de siempre: ¿quiénes ganan en un país donde la cultura es vista casi como un privilegio al que pueden acceder unos pocos?

“No solamente nos damos cuenta de la responsabilidad que conlleva mantener un espacio de estas características frente a esta coyuntura, sabemos además que muchas veces tener el espacio abierto nos genera más problemas que soluciones”, relata Agustina. Con esto se refiere a boletas de entre $14.000 y $15.000, como las que les llegaron en enero y febrero, cuando emprendieron la tarea de acondicionar el lugar. “Entramos en una etapa de refacción, dejamos todo el lugar divino y lo que nos vino fue un castigo, porque después no lo podíamos pagar. Tenemos la responsabilidad no solamente de ingeniarnosla para poder seguir abiertos, sino que después de haber atravesado años de gobierno macrista en la ciudad, de todas las clausuras de la AGC (Agencia Gubernamental de Control), de las inhabilitaciones que nos generaban permanentemente, ahora pasamos a una segunda etapa donde la AGC ya no te visita todas las semanas, ni casi nunca, pero las clausuras se dan de otra manera: te clausuran desde las tarifas, desde la invisibilización, desde lo político, estigmatizándonos”, comenta la referente de El Surco, quien además puntualiza que la Ley de Centros Culturales hoy no se aplica.

Por su parte, Lucía, de JJ Circuito Cultural, agrega que “somos conscientes de lo importante que es mantener un espacio así hoy en día y creemos que es una apuesta política, más que nada. Para nosotros construir cultura no es solamente hacer un evento cultural de noche o armar un taller de fotografía, sino que es una apuesta y una herramienta con la cual construir una sociedad un poco más justa. Y, sobre todo, entendiendo la coyuntura política que estamos viviendo. Entendemos que es una apuesta y es un desafío, y desde ese lado nos paramos para construir una cultura popular e independiente, distinta a la que sería la cultura hegemónica o comercial que desde el Estado y el gobierno intentan proyectar. Creemos en la cultura como un compromiso.”

Retomando las palabras de Agustina, en la Ciudad de Buenos Aires el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta parece tener un accionar que se repite: cuando no están clausurando tu local por incumplimiento de requerimientos inexistentes, lo están haciendo a fin de mes cuando llegan las boletas con los servicios a pagar. ¿Qué problema existe en que la población salga a empaparse de cultura? ¿Qué hace que en un país al borde de -o ya atravesando- la crisis, sea más importante que setenta personas disfruten escuchando a alguien recitar poesía que un dólar que roza los $40? Tal vez lo que realmente los asuste sea que a pesar de todo, tengamos poder de decisión, y la suficiente valentía para incluso en esta situación poder salir a disfrutar de lo que nos apasiona. Porque después de todo, ¿qué más es la cultura sino un refugio?

De vuelta al presente

“¿Cómo ven la actualidad de los centros culturales?” Esta fue la pregunta principal hecha a los trabajadores y trabajadoras de los distintos espacios no convencionales, y las respuestas tuvieron mucho en común: ninguno ve un panorama positivo.

“La actualidad de los centros culturales es complicada. Hace un par de años se vienen gestando varias organizaciones culturales como puede ser MECA o Construyendo Cultura, que nuclean distintos espacios culturales donde básicamente lo que se hace es reclamarle al Estado un mejor presupuesto. La Ley de Centros Culturales, por ejemplo, nació así. Yo creo que es positivo pero obviamente en el día a día y en lo cotidiano vemos un montón de trabas constantes para lo que es nuestra construcción y nuestra creación de cultura independiente. Esto por lo que venía diciendo antes, porque nuestro modelo y nuestro paradigma de cultura no corresponde al que tienen Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta en Capital Federal. Ni hablar de que con el tarifazo, y la inflación, y la suba de los servicios, se hace muy difícil sostener espacios como los nuestros”, comenta Lucía.

Alejandro, coordinador del espacio en Vuela el Pez, se suma en este punto comentando: “De la actualidad de los centros culturales puedo hablar por Vuela el Pez y creo que por gran parte del resto, porque por suerte nos juntamos mucho, dialogamos, confluimos en el MECA y en otras instancias más grandes de la cultura independiente como es Cultura Unida. La realidad es que hoy estamos en emergencia, en código rojo. En todas las instancias que nosotros tenemos de participación, gestión y negociación política, decimos lo mismo y no en un tono de exageración. Sino que justamente en un momento donde se vienen dando tarifazos cada vez más fuertes, con la creciente despoblación, porque está viniendo cada vez menos público, porque tienen menos poder adquisitivo y eligen salir menos”.

El movimiento que no frena

Lo que tal vez nos quede como conclusión sea que, pese a estar atravesando en el último año una de las mayores crisis en los últimos tiempos, y de llevar tres años de un gobierno que a nivel nacional no mantiene políticas culturales que favorezcan la participación y el desarrollo de nuevas experiencias, la Ciudad de Buenos Aires viene sorteando las adversidades del macrismo desde hace muchos más, y a pesar de todo, la cultura siempre salió adelante. Hoy, la cultura se planta, en contra de los que reniegan de ella y buscan bastardearla, y haciéndole frente a todo, como un capullo que a base de riego y cuidados, siempre florece. Si los de arriba lo descuidan, y nos hacen más apedreado el camino, por nuestra parte resistiremos el doble, dejándoles en claro una cosa: la cultura la construimos nosotros, en la calle, en los centros culturales, y en el día a día, y contra eso no podrán.

 

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