I
Podemos pensar dos conceptos de memoria en sentido de memoria colectiva: 1) la memoria como cicatriz, que alude a un hecho traumático de nuestra historia (y en esa línea, articular la tríada Memoria, Verdad y Justicia); o 2) la memoria como transmisión de una tradición, la voluntad de transmitir esa tradición. También hay una memoria individual, igual de potente, igual de significante.
Así como no hay una sola música, sino músicas, corresponde hablar de memorias y no de memoria.
La memoria es un campo de batalla, en donde entran en juego diferentes miradas (ideológicas, políticas, culturales) que se disputan su sentido. La música, en tanto arte y en tanto práctica cultural, es parte de esa pugna. Así, la memoria completa se vuelve una falacia. Un imposible. No existe, ya que siempre será objeto de alguna tensión.
II
Si el espíritu de época, tal como afirman, se basa por el pasatismo permanente, si asistimos a la caída de los relatos históricos que antaño daban sustento a la vida, si la velocidad de los acontecimientos es tal que los mismos fluyen y caducan por saturación, si todo lo sólido se desvanece en al aire; urge entonces elaborar una mirada sobre los hechos pasados donde estos no pierdan la densidad, que fue la causa de su gestación y perduración. Es decir, superar el anecdotismo pintoresco y vacío para recuperar el significado tanto de su hora pasada como actual.
Las tradiciones que se recogen en el hacer del presente, lejos de establecerse en el pasado, se actualizan de manera constante. Es importante, creemos, reflexionar sobre ese diálogo que nada tiene que ver con una contemplación de museo -ese lugar en el que no debiéramos hablar de memoria, a menos que se trate de una memoria muerta.
Conversar con la tradición puede ser para traerla hacia el presente, actualizarla, o bien para petrificarse ante ella y recaer en un tradicionalismo duro, que puede aparejar una negación de lo nuevo o una mirada atemporal del pasado. “Cantar y recordar, cantar y olvidar, y en ese vaivén entre recordar y olvidar, inventar el propio horizonte estético. Así es la memoria. Todo simultáneamente y repentinamente”, escribió alguna vez Liliana Herrero en un texto para la revista Haroldo. En lo viejo está la posibilidad de lo nuevo. En lo nuevo, lo viejo se transforma. La propuesta es pensar en un tiempo que no se lee como una secuencia lineal, donde no hay de manera estricta un antes y un después, aunque el lenguaje nos traicione.
III
La memoria, entonces, no es el pasado, sino que al ser un proceso activo, una lucha constante, es parte del presente -de este presente de tiempos entreverados-, nos interpela en el presente y nos orienta hacia el futuro.
La música puede ser más que una simple mercancía de consumo más o menos agradable para, desde la emoción y la sensibilidad, narrar de manera singular la historia común de un pueblo, que colisiona con la interpretación de los hechos que construyen las élites. Hay, existe, un potencial transformador en el arte, aunque sea pequeño, aunque muchas veces permanezcamos desatentos.
Si en verdad el clima de esta época está barnizado por la ausencia de referencias firmes, la música y el arte pueden zapar otra interpretación del pasado que no sea la simple y vacua descripción de hechos. La música, como el hilo de una trama general que desde lo intangible puede mostrarnos justamente eso: la historia común de un pueblo que se ha levantado una y otra vez.
IV
El olvido es la otra cara de la memoria. No hay memoria sin olvido. Y aparece una palabra clave: rescate. ¿Qué es aquello que se decide rescatar, cómo y por qué? Por eso Héctor Schmucler habla de la memoria como una ética. “El olvido -dirá- es el acompañante último de la memoria; más aún, es el espacio oceánico del que la memoria rescata determinadas cosas (…) No es azaroso el rescate. Antes del rescate, antes de la memoria, están estos valores que impulsan a rescatar o dejar en el olvido determinadas cosas”.
Vamos por las tramas
Ilustración de portada: Cinco melodías, de Xul Solar
Notas de esta edición
Ojos de uno, memoria de todos, por Pablo Boyé
La música como pensamiento, por Pablo Boyé y Sebastián Verdún
Reapropiación y disputa, por Santiago Lecuna
Esto no es (sólo) un sello, por Pablo Boyé
Un encuentro posible, por Lautaro Matute
Dulce raíz que no sabe olvidar, por Flor Wosh
La canción, una táctica de memoria, por Paula Ghio
En carne viva, por Noelia Ale
Desembarco, por Ariel Naon
Ellas cuidan del pulso que late por todxs, por Gabriel Destéfano
Saltro triple mortal, por Leandro Navarro
Tres almas en un mismo hechizo, por Guido Venegoni
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