Autogestión en internet, la inmensidad alambrada

400 videoclips de 80 artistas (la gran mayoría de ellos desconocidos para el gran público) de la más variada diversidad musical, grabados en calidad HD y subidos de un tirón a YouTube para disponibilidad del que quiera verlo. Ese fue el ambicioso proyecto de la cooperativa PPR y su ciclo Soñadores TV.

por Santiago Lecuna

Soñadores TV es un canal de comunicación comunitaria realizado por la cooperativa PPR que, si bien emite desde Mar de Ajó a partir del año 2011, sus contenidos son transmitidos por diferentes canales comunitarios de todo el territorio nacional. Esto lo explica Hernán cuando nos abre las puertas del búnker de la cooperativa, en un viejo edificio conservado del centro porteño. La camaradería existente entre los miembros de esa red que componen se expresa en el uso común de los contenidos que cada cual produce.

Hernán explica que los miembros de la cooperativa tienen una formación similar, proveniente del campo de la comunicación y del audiovisual, lo que hace diluir la figura de director que decide unilateralmente sobre cada aspecto del trabajo. “Todos hacemos todo”, sintetiza. Esa mancomunión a la hora de trabajar tiene como pilar la relación de amistad entre sus integrantes, pero va más allá.

La base en la que hace pie ese modo de trabajo horizontal tiene que ver con una mirada sobre la división del trabajo en nuestra sociedad. En esta línea se sumerge Daniel, sosteniendo que “no creemos en la división de roles específicos, en la cual se segmente una cosa o la otra, porque creemos que son creaciones artísticas y estas se generan a partir de un conocimiento colectivo, lo que se ve en la práctica”.

Esta forma de ver el trabajo implica, según Daniel, “hacerse preguntas que la sociedad hace que no te preguntes y las tenés como dadas”, porque de esta manera “lo que se pide siempre es la especialización, pero nosotros no estamos en ese camino. Creemos más en lo orgánico, en la forma del conocimiento compartido. Lo que sabemos en esa cooperativa está a disposición.” Señala, además, otras ventajas de esta forma de encarar el trabajo: “Así es más fácil asumir riesgos, porque si sale bien nos sale bien a todos y si nos salió mal, la compartimos.” De esta manera, se toma distancia del individualismo imperante, donde es en el individuo donde está encerrada toda posibilidad de éxito y fracaso, casi sin grises.

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La charla avanza, va y viene dentro de los mismos límites. Cómo se conforma una cooperativa de la autogestión en la práctica, cuál es su organización del trabajo. De qué manera no caer en los artilugios que un capital cada vez más flexible y concentrado impone. Hablamos de cómo la precarización, la pérdida de derechos en pos de una mayor rentabilidad empresaria toma conceptos que, a priori, parecen vincularse con el universo de la autogestión: la multitarea o polifuncionalidad, el trabajo en equipo. Daniel lo advierte: “trabajan todos pero se la sigue llevando uno, es la parte del chiste que no te cuentan.”

En la charla aparecen definiciones que no terminan de definir nada porque afloran nuevos interrogantes, otras respuestas y más preguntas. Me recuerdan a esta revista, que también transcurre pensando y charlando sobre lo mismo. Hace algunos números decíamos que la autogestión no es una bandera que se levanta porque sí. Se es autogestivo ante alguien, o contra el sistema de valores y poder que quiere imponer ese alguien. Dentro de este panorama, el Estado aparece como un actor peculiar. Es aquel que puede sostener producciones de escasa rentabilidad como también el que puede clausurar sin más un centro cultural.

Surge en la charla el derrotero de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, sancionada en 2009. En ese sentido, la cooperativa PPR saludó la iniciativa estatal ya que, como destacó Daniel, “es la primera vez en 200 años de república que las organizaciones sin fines de lucro podían acceder a un medio de comunicación, llámese radio o TV. A partir de ahí empezamos con un buen piso. La ley de radiodifusión anterior prohibía que mutuales, cooperativas y ONGs puedan acceder a una licencia”.  Con toda el agua que pasó bajo el puente desde aquel 2009 hasta este 2017, se intentan avizorar algunos de los motivos de la no aplicación de la ley. Está claro que el perjudicado no iba a quedarse sentado viendo cómo su privilegiada situación dominante era discutida. Al mismo tiempo, Daniel considera que “la ley se podría haber defendido mucho más si se hubieran abierto en tiempo y forma los concursos públicos para los medios de mediana y baja potencia, incluyendo los comerciales”. De esa manera, la base de legitimidad de la ley se hubiera ampliado, pero Daniel lo sabe: “con el diario del lunes, es fácil decirlo”.

En todo caso, la cooperativa que lleva adelante Soñadores TV entiende que el Estado debe financiar “para que se puedan escuchar otros tipos de enunciados, formas de ver el mundo que hacen a la identidad argentina que no son los que aparecen en los medios comerciales ni en los grandes conglomerados informativos, y eso es indistinto de cualquier bandería política, tiene que ver con cómo cada ciudad se cuenta a sí misma”. Es justamente esto lo que está tambaleando a partir de la disolución del AFSCA (organismo que creaba la ley para aplicar la misma) y su reemplazo por el ENACOM. El nuevo organismo no abrió concursos para financiamiento en 2017, adeuda los del 2016 y parte del 2015. Sí cumplieron con los del 2014, concursos que, aclara Daniel, “se ganaron públicamente en los anteriores llamados”, y agrega: “en términos generales no vemos un gran escenario proclive a fomentar las participaciones alternativas y comunitarias.“

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En estos tiempos poco alentadores para la producción autogestiva audiovisual, la cooperativa emprendió un proyecto en el que 400 videos de 80 artistas fueron hechos con gran calidad técnica y subidos gratuitamente a internet. Ellos confían en el efecto por goteo. Poco a poco, para aquel que se anime a explorar la red más allá de lo convencional. Así, se irá conociendo el material y con él a los distintos artistas emergentes. Hay aquí un distanciamiento con la creencia de que internet y el uso apropiado de las redes sociales son el factor determinante para la difusión masiva. Hay un trabajo previo.

No niegan las posibilidades de las nuevas tecnologías digitales, por eso las explotan y son una parte importante para que el proyecto sea visto por quien lo desee. Pero entienden que no son una esfera aislada del resto de la realidad social, sino parte de la misma y, como tal, aun con sus particularidades, está bajo sus reglas. Daniel sostiene que “lo que hacemos nosotros, cómo lo mostramos o decimos tiene que ver con una base material de que eso existe. No podés tener o construir todo sobre la nada. Si hacemos tres millones de videos y los subimos a Facebook o YouTube y son malos no sirve, tienen que estar buenos. Funciona como vidriera, pero si no está bien hecho, no va. Es como todo”.

Siguiendo esta línea, Mariano apunta al algoritmo, el gran ordenador de las nuevas tecnologías: “Netflix, a través de lo que vos clickeás identifica tus gustos individualmente y los que puede tener Argentina como país. Entonces, las películas que vos tenés acá no son las mismas que tenes en Paraguay. Con ese mismo criterio funciona Facebook, por eso la información que ves es siempre la misma y tiene que ver con tus gustos o preferencias. Está vinculado a lo que likeás, a lo que comentás. La red limita lo que vos consumís. En definitiva, es una empresa y quiere darte lo que vos querés consumir”.

Mariano también señala que en Facebook y otras redes sociales la publicidad es un elemento fundamental para “mover” los productos que promocionamos, desde clips de artistas emergentes hasta portarretratos. En este panorama, la red no pareciera ser ese lugar que, sin nada a cambio, permite a las bandas nuevas catapultarse al público masivo.

Uno de los argumentos que sostiene esto último señala que en internet desaparece la figura del editor o del productor que, fuera de la virtualidad, discrimina qué obra es comercializada y cual no. Todos pueden subir sus creaciones a la web. Ahora bien, ¿cuántos de nosotros, consumidores, nos pasamos las horas descubriendo nuevos sonidos, lecturas, films? Volvemos a las afirmaciones de Mariano. En su inmensidad, la web direcciona nuestros consumos a lo conocido; y si sugiere, lo hace con mercancías que son convenientemente auspiciadas.

Daniel usa una metáfora para comentar el comportamiento posible de los usuarios en internet: “sería como conocer una ciudad nueva. Podés recorrerla perdiéndote en la misma, caminando por sus veredas, sus plazas, sus pasajes. La podés conocer así, a tientas, o podés contratar un servicio de guía que te lleva por acá y por allá donde hay un circuito armado en función del contingente de turistas que lleva ese día. Con el uso de internet hoy es lo mismo. Han logrado segmentar el mercado no solo en edad, sexo o estrato social, sino también en gustos y preferencias, y no en pos de que seas más libre o que sea posible acceder a más conocimiento, sino para poder vender más”.

Para no terminar en un pesimismo tecnofóbico, recuerda que el factor humano es el preponderante: “a partir de esto que sabemos, podés elegir qué hacés. Si te recostás en lo conocido o te ponés a buscar cosas nuevas, como nuestro programa, que no arreglamos con ninguna agencia donde el guía te dice: tenés que pasar por Soñadores TV.” A sumergirse.

 

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