Blues en Movimiento es un colectivo de músicos que a partir de 2006, año en que inicia su primera jam, viene apostando desde la autogestión al desarrollo, fortalecimiento y difusión de la cultura blues en Argentina.
por Pablo Boyé y Sebastián Verdún
Con varios discos editados, ciclos, jams, actividades de carácter pedagógico, concursos de bandas y muchísimo contenido, Blues en Movimiento (BEM) es una organización que nuclea a músicos del género que desde hace diez años viene impulsando y difundiendo de forma sostenida la cultura blues, a nivel local y nacional.
Mauro Diana es uno de los fundadores de este colectivo que, ya desde sus inicios, nace con la idea de proyectarse sobre la base del pensamiento y la acción colectiva:
-Después de Cromañón -relata- arrancamos una jam en Flores, en Contacto Bar, y ahí ya estaba esta idea de hacer, además de la jam, ciclos de bandas y también contenidos. En ese momento, estaba empezando la posibilidad de que los artistas puedan producir sus discos.
Sus ideas y su iniciativa respecto de la gestión y la formación seguramente hayan comenzado a aparecer a partir de su paso a fines de los noventa por el Blues Special, de Adrián Flores, y terminado de forjarse al empezar a formar parte de la Escuela de Blues, allá por los inicios de la década del 2000. Sobre la Escuela, Diana explica:
-Nace como un proyecto académico. Gratzer nos convoca a distintos músicos que estábamos tocando blues para armar un proyecto educativo. La escuela nace y va construyéndose en el hacer, a diferencia de BEM.
Porque BEM ya se confroma como una iniciativa con objetivos claros y a mediano plazo. Ciclos de conciertos en vivo; actividades promocionales, pedagógicas y culturales; autogestión de bienes culturales. Esos son los tres ejes que marcan su camino. Pero si bien ambos proyectos se desplazan por sendas separadas, inevitablemente se tocan en más de un punto. Julio Fabiani, primero alumno y después docente de la Escuela, y también integrante de Blues en Movimiento, lo entiende así: “me parece que BEM es una consecuencia de la Escuela, porque año tras año va dejando gente nucleada que le gusta el género, y que se ve involucrada, porque terminan viniendo de la escuela a los ciclos y van a ver los shows que se hacen».
Las jams organizadas por el colectivo están cumpliendo diez años. A eso se le han sumado la producción de discos, la realización de ciclos y la edición de Blues en su tinta, una revista que vincula el blues con la pintura y cuyo último número todavía no ve la luz a falta de fondos para ser impreso.
-Hay una confusión enorme sobre si somos una productora o un sello -señala Diana-. Hacemos discos pero no somos un sello. Producimos shows pero no somos una productora. Cuando hicimos el primer disco, lo pagamos entre las bandas, hicimos una vaquita. El término colectivo de bandas no existía cuando nació BEM.
-Lo nuestro no es un sello -completa Fabiani-, sino una organización, que en su principio buscaba conseguir espacios, difundir el género. Sin ir más lejos hoy tenés cinco o seis ciclos de blues, y en ese entonces no había ni uno ni dos.
Los últimos discos que editaron (Blues en Movimiento vol. 3 y vol. 4) salieron en simultáneo a partir de un proyecto que se llamó Blues Federal, en el que participaron bandas de todo el país. El método elegido para financiarlos fue el del crowdfunding, por lo que los artistas no tuvieron que desembolsar ni un peso de sus propios bolsillos. Cada año que se se deja atrás, cada experiencia, acarrea para Blues en Movimiento un crecimiento que se da en la práctica misma, espacio en el que se adquieren los conocimientos y las herramientas necesarias para poder fortalecer la organización y desarrollar sus objetivos. Y cada año que se aproxima por delante es todo un nuevo universo de posibilidades:
-Recién tomábamos un mate y estábamos hablando de qué cosas vamos a hacer el año que viene, sabiendo que estamos en un ambiente negativo para la cultura, pero no vamos a parar -comenta Diana.
La confusión aludida anteriormente respecto de cómo nombrar a este actor cultural novedoso probablemente tenga que ver con que aún seguimos tratando de pensarlo en función de lógicas y esquemas viejos. En los últimos años han nacido, al calor de la necesidad, colectivos que abarcan diferentes prácticas y que, a la hora de intentar encasillarlos, no son ni una cosa ni la otra, no encuadran en las tipologías existentes. La autogestión, aquí, aparece como un camino que se traza constantemente. Diana nos dice:
-Hoy en día, el músico que no gestiona se cierra a sí mismo muchísimas puertas. Hay gente que no tuvo esa capacidad de adaptación y quedó afuera, dejó de tocar. Nosotros, por suerte, hemos aprendido mucho en los proyectos que hicimos, algunas cosas que hacer y qué no hacer. La idea es todo el tiempo estar haciendo cosas. Nosotros no vamos a parar y siempre vamos a encontrar la forma para hacerlas.
Cuando no había nada, tuvieron que aprender todo de cero. Desde adquirir el ejercicio y el conocimiento sobre programas de diseño para armar un flyer, hasta todo lo que implica la producción de un evento. Pero el tiempo transcurrido no sólo los potenció en lo cualitativo, sino también en lo que refiere a la cantidad de personas que se cuentan alrededor de una mesa para coordinar las diferentes movidas encaradas por la organización. Donde al principio no había más de cuatro, a reuniones que superan las diez y la posibilidad de formar equipos de trabajo.
-Es que eso es lo que tiene, para mí, la autogestión -dice Fabiani y se explaya-: atravesaste tantas cosas que llega el momento en que tenés que hablar con otra persona y vos ya hiciste ese laburo, sabés qué le podés pedir. Te da la herramienta de que ya lo hiciste vos, porque tenés que hacer todo. Después entendés que tu tiempo vale y empezás a delegar algunas tareas.
Una organización como Blues en Movimiento, que se dedique a la “promoción, difusión y transmisión de la Cultura Blues” -tal como reza su misión-, es un caso único en Argentina, y quizá en Latinoamérica. Hay artistas-gestores y hay productores, pero nada tan organizado y consolidado como este colectivo de músicos que apuesta también al fortalecimiento de los lazos: tanto en lo que es el cruce intergeneracional que se da en la jams, como en el desarrollo de vínculos con esos “otros gestores del país, que muchas veces están más solos que nosotros”, explica Diana.
Tal vez por esto sea que Blues en Movimiento no se puede detener. Hay una responsabilidad en la que ellos mismos se reconocen, pero que de ningún modo viven como un peso incómodo sobre sus espaldas, y por la que saben que a pesar de las dificultades que la coyuntura pueda ofrecerles -y que hoy son muchas- tienen que seguir adelante.
-La dificultad, hoy en día, no está en la generación de contenido. Hoy por hoy, nos está costando mucho que a la gente le llegue lo que hacemos, hay gente que de repente conoce BEM y nos pregunta: «¿dónde estaban?». Y nosotros estamos hace diez años haciendo cosas.
Junto a la Escuela de Blues, Blues en Movimiento aportó indudablemente a levantar la vara: desde la enseñanza del género hasta su puesta en práctica en todas sus producciones. De un género que, tal vez, no falte quien piense que poco tiene que ver nuestra música nacional. A esto, Fabiani, primero, y Diana, después, responden:
-Ahí siento que tenemos la responsabilidad de mostrar más cómo es la cosa, sin descalificar, sin dejar afuera a nadie, sino haciendo, desde nuestro lugar, lo más fiel y tradicional que se pueda. Y así y todo le ponemos lo nuestro: hacemos blues en español y eso no es para nada tradicional, sino que es una forma de hacer más propia una música que no lo es, porque no es nuestro folklore, pero sí uno lo adopta
-Es muy compleja la discusión acerca de qué música es de acá. Porque si vos tenés quince años y arrancaste escuchando los Rolling, y recién a los treinta años escuchaste por primera vez un cantor de tango. ¿Cuál es tu música?
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