#2 Más allá del sentido común

En noviembre de 2014, Juan Falú escribió una carta abierta a Diego Boris, titular del Instituto Nacional de la Música, en donde cuestionaba la propuesta de establecer el natalicio de Luis Alberto Spinetta como el Día Nacional del Músico. Muchos, casi instantáneamente, le salieron al cruce. Spinetta, sobre todo después de su muerte, se convirtió en una figura intocable. Pero, ¿qué estaba tratando de hacer Falú con su carta?

Problematizar lo establecido, poner en cuestión algo que se convirtió, socialmente, en un sentido común. La única forma de derrocar los sentidos comunes -tarea ambiciosa, si las hay, aunque no por ello deberíamos dejar de intentar llevarla a cabo- es poniendo en tensión los cimientos que los sostienen.

Falú, con su planteo, no pretendía discutir a Spinetta en tanto músico, ni su genio creativo, ni su lugar clave como artista en la historia de la música argentina, sino plantar la semilla para una discusión que, en todo caso, se había pasado por alto. Debatir, colectivamente, si en verdad todos estamos de acuerdo en que Luis Alberto es quien mejor representa a la larga trayectoria musical de nuestro país. Porque incluso si llegásemos a la conclusión de que sí lo estamos, lo haríamos sabiendo por qué, cuáles son los elementos que hacen que todos estemos de acuerdo.

¿Por qué traer a cuento una carta que ya pocos deben recordar y una discusión nunca dada? Justamente porque la música, en tanto arte, debe darse al debate hacia los sentidos comunes. Aquellos quienes han trascendido es porque de algún modo, en mayor o menor medida, han sabido poner en discusión ciertas formas cristalizadas, lugares cómodos en los que ya de forma “natural” todos sabían desenvolverse. La irrupción misma de Falú, en la escena folklórica argentina, vino a re-ordenar muchas de las formas y maneras que ya se habían institucionalizado. Formas y maneras que, dicho sea de paso, en su momento también habían sido problematizadoras de su propia tradición.

El arte que no pretende poner en tensión los lugares de comodidad, difícilmente pueda constituirse en un arte que trascienda. Yendo más lejos aún, difícilmente pueda constituirse como arte. Lo que no implica que todo el tiempo, a toda costa y de un modo en extremo consciente, el artista deba estar planteando un constante intento de derrocamiento de los sentidos comunes. Muchas veces son gestos que se cuelan, más allá de la práctica consciente.

Lo fundamental, entonces, quizá sea una actitud desde la que se esté predispuesto a la problematización de lo dado, la asunción de una posición que sea la de evitar los lugares obvios, premarcados, los recorridos lineales. Una actitud que se debe asumir desde el arte, pero también desde lo conceptual.

¿De qué hablamos cuando hablamos del under, de lo emergente, del éxito y del fracaso, de música “independiente”? ¿Al decir “emergente”, estamos valorizando o bien deslegitimando un proyecto artístico que lucha constantemente por encontrar los espacios propicios, los interlocutores adecuados? ¿Qué sucede y de qué modo se configuran los diferentes roles en el campo de la música y la cultura, como son los artistas, los gestores, los productores, las organizaciones, el Estado y sus políticas públicas? ¿Qué relaciones se establecen entre la música y otras expresiones culturales?

Encarar frontalmente estos y muchos otros interrogantes, creemos, nos puede conducir a una mejor comprensión de nuestro presente, de modo tal que podamos, entre todos, construir mejores perspectivas de futuro.

 

Vamos por las tramas

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