Rock life: Diego Mancusi y las variaciones en la escena nacional

Las mutaciones de la escena actual, a partir del rol que juegan las redes sociales y las nuevas tecnologías. Cambios de paradigma y emergencia de nuevos actores. Tácticas y estrategias de grupos emergentes. A continuación, una mirada conjunta sobre rock y periodismo, de la mano de un conocedor de ambos palos.

por Gonzalo Ismael Sosa

Con las quejas pertinentes por el suplicio de viajar en el 168 un viernes a las siete de la tarde, el periodista Diego Mancusi llega a la reunión luego de una jornada de trabajo y práctica boxística. “Vengo de casa. Este año soy 100% freelancer”, contará luego como pantallazo de la situación que viven varios de los que ejercen su mismo oficio.

Una confitería muy iluminada en pleno corazón de Palermo, rodeado de familias y señoras que se reúnen a tomar el té, se convierte en el ambiente propicio para tener una charla sobre las escenas del rock y del periodismo actual; ámbitos relacionados, por lo general, con lo sombrío.

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El puntapié de la charla se da en torno a la relación tecnología-música. Lo primero que destaca Mancusi al respecto es que lo más importante es “la democratización del estudio de grabación. Ahí se rompía la cadena de producción en el momento en que grabar un disco implicaba tener un contrato discográfico. Lo que generó esa democratización es una especie de bulimia musical donde hay mucho menos filtro.” Más allá de las implicancias técnicas, lo importante para él es resaltar cómo esta posibilidad amplía el acceso y reconfigura la escena actual del rock vernáculo. “A mí me pone muy nervioso la gente que dice que en el rock argentino no se hace nada. Nunca hubo tanta música como ahora. Es una cuestión estadística. El que quiere grabar un disco lo graba. Música interesante hay y muchísima”.

Asimismo, esta ampliación del espectro trae aparejada una problemática diferente: la proliferación de propuestas musicales contrasta con la capacidad de absorción de parte del público para tan amplia oferta. Es interesante ver además cuán dispuesto está ese público a conocer todas estas propuestas. “Conocer música nueva implica cierto ejercicio, cierta inquietud. También implica la cuestión emocional, correr alguna banda de tu altar sagrado y permitir que entre otra. Estuve dando un taller de crónica y entrevista, y en un momento les pedí a los chicos que me digan qué disco de este año les había gustado. No habían escuchado ninguno”, nos cuenta el autor del blog Pop Life en Rolling Stones y con notorio disgusto, nos remarca: “a mí lo que me molesta es esa cosa nostálgica que hay en el rock, eso de que ya no pueda pasar nada nuevo porque a cada pibe que agarra una guitarra le tiramos sesenta años de historia por la cabeza. Yo entiendo que un tipo de treinta y pico, cuarenta años, tenga esa nostalgia, aunque no la comparto. Ahora, cuando veo que pasa eso con pibes de veinte años, digo: ‘¿cómo es que le metimos eso en la cabeza?, ¿cómo es que se están perdiendo lo que está pasando hoy por extrañar algo que no vivieron?’ Extrañan los noventa, los ochenta, ni te digo los setenta. No estuvieron ni cerca. No te digo descartar la música que se hizo que es genial, pero me incomoda mucho eso de ser joven y no estar interesado en lo que está pasando a tu alrededor”.

Con la dinámica y los cambios en las reglas del juego, el músico moderno debe ampliar sus capacidades. Ya no alcanza con componer buenas canciones, melodías y letras pegadizas. Hay que elaborar estrategias que van más allá de lo artístico y se emparentan con nociones de marketing. La idea de “vender” rodea todo lo referido a la escena. Las bandas tienen que saber generar un “pequeño fenómeno”, en palabras de Mancusi, para llamar la atención a los periodistas para que, a su vez, estos “los descubran” y así dar el salto cuantitativo. Lo que significa: más público, más dinero, mayores posibilidades. Un círculo virtuoso en el que la música, en sentido concreto, no es el factor principal. Aunque, por parte del entrevistado, en este pasaje se reconozca la calidad artística de Usted Señálemelo y Senegal Grindcore Mafia como grupos que merecerían un reconocimiento mayor (incluso los últimos “deberían estar tocando con Mastodon”).

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Cualquier tiempo con Diego Mancusi es poco como para aprovechar todo su bagaje musical y su experiencia periodística. Su perfil entrelaza muchas de las cuestiones de interés para el comunicador. Su look desorienta. Camisa a cuadros con sweater, barba abundante y prolija, que se decora con un tatuaje de una calavera con una frase de Lemmy en su antebrazo izquierdo. La charla promedia el tiempo estipulado por el entrevistado (a quien esperan para una cena) y recién se consigue la atención de una moza. Nadie parece darse cuenta de ese detalle.

Segundo tiempo, ahora es el turno del periodismo. Parecía que la charla escaparía al concepto que ordena la lógica mediática en el país (por lo menos en los últimos años), pero no. La grieta se hace presente: “a mí lo que me molesta es esta cosa hiperbólica y bipolar de que todo es maravilloso, increíble, descomunal o todo es una mierda intragable. Mi problema grande en este momento con la comunicación es esa falta de análisis. Si decís que una banda está buena, también la estás elogiando. No hace falta decir que lloraste en posición fetal porque escuchaste el corte de adelanto del disco. Parece que todo va de un punto al otro, pero en el medio hay un montón de cosas”. Aunque el problema no radica sólo en lo irreconciliable de ciertas posturas, también juega un rol importante la manera en que se producen la información y la música.

Mancusi señala la falta de profesionalidad a la hora de encarar ciertas cuestiones periodísticas, pero también comenta una realidad innegable, que es el alto nivel de precarización que sufre su profesión. “Es tan simple como tomarte tu trabajo en serio. Vos si vas a tocar, vas a querer estar en buenas condiciones, ensayar, saber la letra, etc. Lo nuestro es lo mismo. Te puede pasar que de repente te tiran una nota por la cabeza, quince minutos antes y tenés que resolver de alguna manera. Pero es la excepción, no puede ser la norma. No es rentable el periodismo. Me cuesta mucho decir ‘soy periodista por hobby’. Y hay gente que cree que sí. Hay muchos que se quieren acreditar para shows. Meten dos notas de bandas under para que en el día de mañana los inviten al Lollapalooza. A partir de los blogs, el que quiere escribir, escribe. Después hay que ver con qué responsabilidad y profesionalismo se lo toma”.

Tres pintas para cuatro y la conversación pasa para el lado de las discográficas. Diego reconoce en Eruca Sativa un caso excepcional en el rock actual: “la única apuesta rockera de una discográfica grande de los últimos años. El catálogo de las multinacionales casi no tiene rock nuevo. Las discográficas están apostando, como empresas que son, a productos que vendan. Entonces conviene mucho más manijear bandas de cumbia y reggaetón”. En este cambio de orientación por parte de los grandes sellos se encuentra la razón de buena parte de la transformación del rock nacional actual. “Hay bandas argentinas que están en el under porque les tocó una época de mierda. Porque tienen temas que, si hubiesen surgido en otra época, estarían llevando un montón de gente. Hay bandas, como Bestia Bebé, que son re inmediatas, que se pueden escuchar fácilmente. Está llenas de hits, pero les tocó este momento de la industria.  Si hubiesen salido en los noventa, hubiera venido BMG, les grababa el disco, les hubiera hecho promoción, hubieran sonado en la radio. Ahora las discográficas no invierten en el rock”.

Entonces, sin la bendición de las grandes disqueras, lo que les queda a los nuevos artistas para poder difundir su música, o llamar la atención del público, es volcar todo a sus shows en vivo. A la puesta en escena de aquello que antes estaba por detrás de las canciones. Pero esta característica no es patrimonio del circuito under, según Mancusi, los grandes festivales también orientan sus estrategias en ese sentido: “lo que garpa en los festivales es la experiencia, no la música. Se apuesta al hecho de que se vendan remeras que digan Lollapalooza. Va a haber gente que va a decir que estuvo, no importa quién toca. Pasa por reproducir en redes sociales, por sacar la foto más linda y subirla a Instagram. La música es prescindible. Sumado a esto no se venden más discos.”

Dentro de este panorama de escenas más acotadas, el rol de los prensas también se ve afectado: ¿sirve de algo su labor en la difusión de una banda? Mancusi responderá: “me parece que conviene tener una prensa, pero tenés que ver cómo trabaja y si está adaptada a la nueva realidad que excede el mandar una gacetilla y un disco físico a tus contactos. Tiene que tener en cuenta que las cosas no son como antes, que no alcanza con ‘che, escuchá esta banda que está re buena’”.

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Con firmeza en cada frase, el periodista de 37 años reconoce que se vive una situación mala en el rock respecto a la convocatoria, así como también se sienten crisis en varios otros aspectos: “me parece que se pulverizó la gran escena convocante rockera de la Argentina que llenaba un Quilmes Rock, ahora hay muchas escenas chicas. Por algo eso sobrevive sólo en bandas como La Renga, Los Piojos, Los Redondos. Me parece difícil que salga otra Renga, salvo por algunos fenómenos que parecen arrastrados de esa época como La Beriso”.

En el esfuerzo que los músicos les pongan a sus shows parece estar la clave del éxito. Por ello, lo que hay que lograr es que la gente los vaya a ver y para eso “hay que llamar la atención de alguna manera. Encontrar algo por lo que quieran vivir tu experiencia”. Es en la necesidad de reformular roles ante el nuevo panorama donde los límites entre actividades se van disolviendo, el músico también debe saber promocionar sus shows, vender entradas, no sólo componer, y lo que pasa es “que todo eso antes te lo hacía una discográfica que te contrataba. Hoy ya no es así. Si alguien lo tiene que hacer es el músico, porque generalmente no tiene un mango. Entonces, ¿a quién le va a pagar? Si pega manager buenísimo, si no, tienen que remarla. Hoy tenés que ser profesional. Basta de hippiesmo.

En ese sentido, las bandas deben cambiar el sueño de “llegar” a una discográfica grande que los “salve”, por el proyecto de una autogestión colectiva. Aunque la tarea de ser el propio impulsor de tu actividad es desgastante y se emparenta con los sinsabores de otras profesiones, “eso es como en el periodismo, si vos tocás muchas veces a pérdida te vas a empezar a sentir mal y tu música lo va a sentir. Con nosotros es lo mismo, tenemos que ir a festivales, viajar a la loma de orto, cubrirnos el viático, cagarnos de frío, mojarnos, escuchar una banda que no nos gusta. Después nos corrigen todo lo que escribimos y cobrás 500 pesos. Empezás a odiar la vida (risas). Si vos trabajás en buenas condiciones y ganás lo que tenés que ganar, vas a hacer tu laburo de la mejor forma posible, lo vas a hacer cómodo y bien; es tan simple como eso tanto para músicos como para periodistas. En ese sentido estamos cerca”.

Lo que también está cerca es la cita de Diego. La charla cierra con opiniones sobre las demás facetas de Mancusi: boxeo, escritura, José Luis Perales, Twitter. La despedida es amena y el protagonista se marcha por las calles de Palermo junto a su compañera, esta vez tranquilo y de a pie, sin soportar el suplicio del transporte público.


Foto de portada: Natalia Torres

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