La fotografía, quizá, como un canal que atraviesa no sólo la superficialidad del tiempo, sino también que habilita la posibilidad de abrir un pasaje hacia lo profundo de nuestra propia historia. ¿Cómo podemos conocer el deseo de los otros? ¿Y el propio? Lucía Bellusci observa a través de las palabras y las imágenes, y captura, junto a ellas, instantes-instantáneas, en los que nos reconocemos y desconocemos, tan íntimos como universales.
Poema y fotos por Lucía Bellusci
Conocí el deseo de mi abuela,
el único que tuvo, quizás
deseaba a ese hombre
como si fuera el elegido.
Conocí su deseo
a través de las fotos,
ella jamás lo nombró.
El día de su casamiento,
su sonrisa
brillaba más que el ala de los cisnes
en sus ojos, el océano.
En el brindis, sostenía la copa
como si realmente ahí
estuvieran sus sueños.
Doce años después, él se fue
un silencio musical
apropió esa casa de mujeres.
Juana quedó con la mirada esquiva
y los hombros caídos
como La bebedora de ajenjo de Degas.
Conocí el deseo de mi madre
el único que tuvo, quizás
un hombre y una familia
como si fuera la salvación.
Conocí su deseo,
a través de las fotos,
ella jamás lo nombró.
En aquellos años
su piel era bien blanca
y los ojos de un verde translúcido.
Durante sus cinco embarazos
la luz parecía emanar de ella.
La muerte de una hija
que no llegó a mujer,
agrisó su piel,
volvió tierra sus ojos.
¿Cuándo se extingue el deseo?
Por miedo a que la cámara
pueda revelarme,
siempre estoy detrás de ella.
¿Saben cómo es
el retrato de una mujer que no desea?
Es como ver la foto de una mujer
que murió hace más de veinte años.
Hermoso
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